Dicen que el silencio no existe y creo que es cierto y más cuando la sociedad lo pone de manifiesto.
En esta vida ruidosa y urbana nadie se libra de una obra inacabada, nadie vive lejos de gente maleducada, nadie concilia el sueño sin gritos de madrugada, ni teles, ni ronquidos, ni alguna campanada y es que nadie encuentra silencio en esta sabana.
Es cierto que una vez estuve cerca de encontrarlo, pero bajando a una cueva donde la luz no supo hallarlo. Me senté en la oscuridad y adopté una postura de escucha y libré así con el ruido mi particular lucha.
Fue una experiencia alucinante, cuando oí los latidos en mi pecho palpitante, sin nada más que alterase aquel silencio impresionante.
Podía oír alejarse mi aliento en la penumbra, menudo silencio, parecía una tumba.
Pero no es este el caso que ahora me ocupa, aunque ya lo he contado, sino el de que no es el silencio absoluto lo mejor que me ha pasado, más bien todo lo contrario y es que hace unos días escuche un sonido que me dejó alucinado. Os cuento mi experiencia, para aquellos que tengáis paciencia:
Hace no mucho tuve acceso a una piragua y también la oportunidad de usarla, esto ocurrió una mañana de sábado de alguna semana pasada, a eso de las 7 cuando la gente aun duerme me levante y me empaquete un filete.
El caso es que me preparé todos los bártulos y me bajé a la playa, con la suerte de que no había ni una sola toalla. Me preparé y me metí al agua, que por aquel entonces andaba medio en calma y me adentré hacia el fondo donde no se oye un alma, una vez allí reme cual veleta y cuando me cansé me quede mirando la orilla que esperaba mi vuelta. Fue ahí cuando me di cuenta de lo bonito que es escuchar las olas en la playa vacía, así que utilicé mis oídos para algo que nunca hacia, para escuchar algo bonito y lleno de melodía.
Os prometo amigos míos que pocas experiencias han sido tan reconfortantes, la playa, las olas y mi yo flotante, que sonido más natural y tranquilizante, la brisa, una gaviota y nadie para incomodarme.
Si alguna vez tenéis la ocasión de quedaros solos en la playa callad un momento y dejad que la naturaleza os hable con el viento de lo bonito que era todo en aquel tiempo, ahora ya distante desde que llego el maldito Homus Civilizante.